martes, 28 de enero de 2014

el comienzo...

Daré comienzo a este blog contando la historia que dejó nacer el término elenadas. Aunque para ser sincera, no sé ni quien las comenzó a llamar a estas… las llamaremos “anécdotas”, de tal forma.

Todo empezó un buen día de invierno volviendo de clase. Yo, soy de ese sector de la población que padece ese síntoma que, sobre todo, el viento provoca en los labios… ¡que se cortan! Y es que no lo puedo soportar…

Como decía, volvía de clase buscando algún sitio para comprar un cacao o similar para hidratar mis labios… Fue entonces cuando vi lo que comunmente llamamos “bazar chino”.
Allá que me adentro, compro la susodicha barra de cacao con olor a fresa, salgo del local, la pongo (sin espejo ni ningún sitio donde mirarme), con esmero y muy decidida, en los labios y en gran parte, por fuera de ellos también… ¡lo típico, vamos!

Digna y en la gloria, sigo mi camino hasta entrar a un comercio de barrio. Una vez ahí, veo que el dependiente, un chico de unos treintaitantos, me mira y baja la cabeza con una tímida risilla. Entonces, le pregunto el precio de lo que me interesaba y él, sube la mirada, se vuelve a reír bajando rápidamente la vista hacia el mostrador y me responde a la pregunta…
Yo, que creída no soy, lo primero que pienso es… este está colado por mi…

¡Ilusa de mí!

Salgo de la tienda, con la autoestima un poco más alta y prosigo mi camino. Andando, giro la cabeza para mirar lo estupenda que estoy en un escaparáte… cuál es mi sorpresa cuando vengo a fijarme que parezco Carmen de Mairena con todos los morros pintados de rosa chicle por dentro y por fuera… como la tipa esta que hace unos años rondaba por Murcia, la mujerona que se pintaba los labios y casi llegaba a las cejas, de un rojo chillón que daba cosica verla… PUES ASÍ MISMO ME IBA PASEANDO YO POR TODO EL CENTRO DE MURCIA.

¿Cuál fue mi reacción al comprobar mis pintas y entender que le pasaba al pobre chico de la tienda?
Coger mi pañuelo liado al cuello y… rasca, rasca, quitarme toda esa porquería de los labios.

¿Qué pasó entonces?
Que los pseudo cacaos de los chinos no son todo lo buenos que cabe esperar y eso no se iba ni con lejía… ¡Ay, madre!

Aún tenía que entrar a otro sitio antes de volver a casa, y no podía dejarlo pasar ni yendo con esas pintajas…

Allá que entro al supermercado con una palestina liada en toda la cara, hasta los ojos, porque el pañuelo que ese día llevaba no era otro que ese…


Conclusión: parecía una terrorista comprando en Mercadona

Por fin, llegué a casa y fui a limpiarme la cara con ansia. Me costó quitarme el tinto rosa que pintaba todo un tercio de mi cara…



Moraleja: usa espejo para cualquier cosa que vayas a aplicar en tu cara… aunque sea crema

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