Buenooooo, ya estoy aquí otra vez.
Ya me he enterado quien puso nombre a mis andaduras, más
propias de un ser descerebrado, que de una persona de veintitantos…
Pues ese fue el que yo llamo novio, pero cuya denominación,
a veces (como ésta) no me convence demasiado. Es él, sí… el del ladito… ->
Pues hoy vengo a traeros una nueva aventura… ya veis… una da
para mucho…
La historia empieza un domingo bien temprano. Me levanto (en
casa de ese de ahí arriba) y me dispongo a volver a mi propia casa, para lo
cual, llevo el coche de Madre, que el viernes, cuando me lo dejó, me encomendó
la ardua tarea de echar gasolina al coche cuando finalizase mi uso.
¿Qué por qué ardua esta tarea? Seguro, os preguntáis…
Pues bien, porque por aquel entonces yo, a pesar de tener el
carnet de conducir casi un lustro, no se me estaba permitido llevar coche
(ahora entiendo todo). Así que la misión de pasar por la gasolinera, me venía
más que grande. Y es que yo, todo lo que hago por primera vez, suele tener
resultados bastante nefastos… ¡CASI SIEMPRE! Que conste que no es siempre… ¬¬
Continuando con la historia, ya os digo que era muuuuuy
temprano (las 9, más o menos… pero era domingo, ¡coño!) y así, de la mala
manera, me tiré a la calle, dispuesta a volver a mi casa, echando gasolina
previamente…
Todo bien… llego a la gasolinera, aparco al lado del surtidor,
“desarranco” (me gusta decirlo así…) el coche, me bajo, camino hasta el
mostrador de dentro de lo que los “gasolineros” llaman tienda y yo llamo “lugar
donde te extraen órganos por unas patatas fritas de bolsa cualesquiera”…
- Buenos días – dice gasolinero-man
- Buenos días, 20 € de 95 para el……… - digo mientras giro la cabeza intentando señalar donde YO había dejado mi bonito coche aparcado- …….. ¿Y MI COCHEEEEE? ¿DÓNDEEEE ESTÁ MI COCHEEEE?
Evidente, evidentísima cara de póker de gasolinero-man…
Salgo corriendo de la tienducha y… ME VEO………. ¡¡ATENCIÓN!!
al que repone los tanques de gasolina que hay en el suelo,
con su camión ahí, tan majo, saliendo corriendo tras mi coche que había echado
marcha atrás solo y se estaba por meter a una de las avenidas grandes que hay
en Murcia. Ahí, DIGNO, mi Clio amarillo bronce, SIN FRENO DE MANO, en una
PENDIENTE HACIA ABAJO, huyendo de mí, como cabía esperar…
Mi coche iba abocado al suicidio… yo, le parecí poca cosa
como conductora. Creo que pensó: si este va a ser mi futuro… yo prefiero no
seguir aquí…
La conclusión de la historia es que… CASI JODIDA Y
MILAGROSAMENTE, al coche no le pasó nada gracias al reponedorgasolinero-man que hizo su sprint glorioso hasta el culo
de mi coche y lo paró… porque para COLMAZO DE LOS COLMOS, yo, mujer precavida
donde las haya, había cerrado el coche para que nadie, que no fuera yo, osase a
entrar en él mientras yo pagaba mi ración de oro líquido…
Moraleja: si tenéis la suerte de contar con eso que llaman
cerebro, si en el sorteo os tocó uno y sois afortunados, USADLO antes de actuar….
No hay comentarios:
Publicar un comentario